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Beatificado el 13 de junio de 1999 en Varsovia en el grupo de los 108 mártires polacos de la Segunda Guerra Mundial.

vida

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Estanislao Kubista nació el 27 de septiembre de 1898 en Kostuchna, cerca de Mikolow, territorio de la actual diócesis de Katowice. Su padre, Estanislao, trabajador forestal, era conocido por su carácter conciliador, religiosidad y sensatez. Su madre, Franciszka, de la familia Czempka, mujer muy trabajadora y muy religiosa, se dedicaba por completo a la educación de sus 6 hijos y 3 hijas. Estanislao era el quinto hijo. Heredó todas las cualidades de sus padres.

El ambiente religioso que reinaba en la casa de los Kubista, favorecía las vocaciones religiosas. La hermana mayor, Anna, ingresó en el monasterio en Viena y allí murió el año 1918.

En la familia Kubista se cultivaba una devoción especial a la Virgen del Rosario. Cada día se rezaban los 5 misterios y a Estanislao le gustaba adornar el pequeño altar de la Virgen que había en casa.

En su casa aprendió a leer el polaco. Los conocimientos que adquiría en la escuela en alemán, los completaba en su casa en polaco. Pronto se despertó también en él la inquietud misionera, pasaba con bastante frecuencia por su casa un hermano verbita de Nysa, que distribuía las revistas misioneras y la literatura polaca. Estanislao llamó la atención del Padre Michatz, el cura coadjutor de Mikolow, quien le prestaba especial atención, ya que había descubierto en él la vocación misionera. Cuando Estanislao terminó la escuela primaria, el Padre Michatz ayudó en los trámites de admisión en el Seminario Menor de los Misioneros del Verbo Divino en Nysa. En la misma época estuvo allí el hermano Salomón – Pawel Materla – su primo, que más tarde fue reclutado en el ejército y murió durante la Primera Guerra Mundial.

Estanislao tampoco terminó el Seminario Menor en el tiempo previsto, porque el último día de mayo fue reclutado también al ejército. Después del adiestramiento como telefonista y telegrafista, fue enviado al frente francés hasta el final de la guerra. Fue destinado al cuartel de Szczecin donde estuvo hasta mayo del 1919, fecha de su licencia. Durante su breve estadía en la casa paterna la familia agradecía a Dios por su feliz regreso de la guerra, ya que su hermano mayor, Pawel, murió en el frente belga en el año 1914.

Estanislao continuó sus estudios en Nysa y en el año 1920 aprobó el examen de bachillerato. Tres meses más tarde comenzó el Noviciado en la Congregación del Verbo Divino en Mödling, cerca de Viena. Un año más tarde hizo sus primeros votos y después de dos años de estudios de filosofía y cuatro años de teología, hizo su profesión perpetua. Las opiniones de sus formadores eran unánimes:

Es un poco melancólico, callado y humilde, tranquilo, un poco centrado en sí mismo, trabaja tranquilo y centrado en lo que tiene que hacer. Fiel a la regla, ama el orden, servicial, disciplinado, tal vez demasiado nacionalista, pero no lo exterioriza demasiado… muy minucioso en todo y se puede confiar en él.

Sus amigos no tenían ninguna objeción en contra de él y por unanimidad lo recomendaban para la renovación a los votos. En cuanto a su rendimiento académico, sus notas oscilaban entre el “sobresaliente” y el “notable”. Sus profesores opinaban que “demuestra cualidades literarias en el idioma polaco y podría ser un buen maestro”. Después de recibir las órdenes de subdiaconato, el 17 de octubre, y del diaconato, el 19 de diciembre del 1926, fue ordenado sacerdote el 26 de mayo 1927. Tenía entonces 29 años.

Todavía como seminarista presentaba al P. Szajca y P. Drobny artículos que escribía para las revistas polacas. No extraña por lo tanto que a la pregunta de los superiores de cuáles eran sus intereses personales respondió: la creación literaria. En cuanto a su futuro trabajo dijo:

Mi deseo son las misiones y la pastoral. El trabajo de maestro no me atrae. Como posible destino misional se puede considerar: Honan, Kansu, Filipinas, Nueva Guinea. Gozo de buena salud.

Fue destinado a la comunidad de Górna Grupa en el otoño de 1928. En el momento de la despedida su madre le dijo: “Hijo, permanece fiel al camino que elegiste”. Permaneció fiel hasta la muerte.

Fue nombrado ecónomo de la casa, donde vivían 300 personas – padres, hermanos y alumnos del Seminario menor, Postulantado y Noviciado. Al año siguiente fue nombrado ecónomo regional. Al Generalato, se le comunicó que “la economía de la casa está en buenas manos”. Aparte de la economía de la casa y la economía regional, el Padre Kubista – después del nombramiento del Padre Dropiewski en otoño de 1929 como el nuevo Rector de Bruczków – se hizo cargo de la redacción de la revista “Maly Misionarz” (“El Pequeño Misionero”). El mismo año tomó también la redacción de la revista “Skarb Rodzinny” (“El Tesoro Familiar”). En el año 1937 fundó una nueva revista, “Poslaniec Serca Jezusowego” (“El Mensajero del Corazón de Jesús”), que se distribuía conjuntamente con “Skarb Rodzinny”. Bajo su gestión aumentó considerablemente el número de los suscriptores. En todas las revistas y calendarios se publicaban también artículos escritos por el Padre Estanislao, de profundo contenido teológico y práctico. Eran normalmente meditaciones, recogidas en “Skarb Rodzinny”, que reflejan la profundidad del espíritu del Padre Estanislao y su forma muy práctica de tratar los más diversos temas. Escribía también relatos y novelas: “Powiesc puszcz afrykanskich” (“Novela de las selvas africanas”), “Królowa Matamba” (“La reina Matamba”), “Brygida”, “W mrokach i swiatlosci” (“En las penumbras y en la luz”). Resumió todo su trabajo en una sola frase: “Nos encaminábamos todo estos años a colaborar con Jesús en la salvación de las almas” (“Maly Misjonarz”, 1939, pág. 94). Escribió también la obra teatral “Krzyz i slonce” (“La cruz y el sol”), sobre la historia de los incas de Perú, que fue presentada antes del 1940 en varios pueblos, y después de la guerra también en los seminarios.

P. Estanislao era un gran devoto de san José. Hasta el punto de dedicarle su nueva revista. Bajo su intercesión encomendaba sus múltiples trabajos. Con su ayuda – como él mismo decía – construyó el edificio de la imprenta y lo equipó con la correspondiente maquinaria. Con su ayuda, en tiempo de la escasez económica, comenzó la construcción del nuevo pabellón del recinto. El P. Estanislao era también un confesor muy solicitado, sobre todo por los seminaristas.

Así de ocupado lo sorprendió la guerra en el año 1939. Su primer enfrentamiento con la Gestapo se produjo, cuando se le prohibió devolver los préstamos a los acreedores polacos. Uno de los testigos oculares afirma:

El P. Kubista quiso devolver a una pobre viuda unos cientos de zloty. Cuando clavó su profunda mirada en los ojos del funcionario de la Gestapo, éste se incomodó y quedó como desarmado por una fuerza mayor. El P. Kubista lo atribuía a la protección de san José.

Debió, sin embargo, contemplar como quedaba destruido su taller de trabajo – su amada imprenta y las provisiones que había acumulado para el mantenimiento de los habitantes del convento. La situación empeoró todavía más. El 27 de octubre fueron arrestados todos los Padres y Hermanos – un total de 64 – y el convento ha sido convertido en el campo de retención de los prisioneros. Todo esto ocurrió – como para mayor burla – el día de la fiesta patronal de Cristo Rey. En los días siguientes trajeron a 80 sacerdotes y seminaristas diocesanos y religiosos más. La granja y todas las posesiones fueron confiscadas y los habitantes dejados sin medios para sobrevivir. El P. Estanislao, como ecónomo de la casa, confió por completo en san José y encontró la solución: la Gestapo dio el permiso para traer leña y provisiones de las casas parroquiales de los sacerdotes que fueron arrestados.

martirio

martirio

El 5 de febrero de 1940, bajo una helada de 28 grados, tres autobuses llevaron a los internados del grupo Górna al puerto de Nowy, una filial del concentración campo de Stutthof. Las penosas condiciones sanitarias aumentaban los efectos de la helada, del hambre, trabajos forzados y el trato inhumano que recibían los prisioneros. El único día de consuelo en aquella época fue el 21 de marzo, el Jueves Santo, cuando, en absoluto secreto y con la participación del P. Alojzy Liguda, el rector de Górna Grupa, lograron celebrar la Eucaristía y distribuir la comunión. Para el Padre Kubista aquella comunión se convirtió en el viático para su camino hacia el martirio. Es difícil imaginarse lo que sintió en aquella ocasión cuando permaneció con el Señor. Hasta entonces siempre sano, alegre y servicial, comenzó a debilitarse y caer cada vez más enfermo. Su organismo, debilitado y resfriado, no aceptaba la comida de los encarcelados. Y otro alimento no había. El exterminio de los clérigos estaba calculado y llevado a cabo por los nazi con un diabólico regocijo. El P. Estanislao tenía que hacer los mismos trabajos que los demás prisioneros: quitar la nieve, que no paraba de caer, o trasladarla sin ningún sentido de un lugar al otro. Muy sensible a los tratos inhumanos, sufría doblemente.

El 9 de abril de 1940, durante el traslado en vagones de animales al campo de concentración de Sachsenhausen, se resfrío más todavía. Esto le causó una pulmonía. A pesar de eso, fue obligado a realizar trabajos, reservados para los odiados “curatos”, que llevaban al agotamiento físico hasta a los más fuertes. Los últimos días estaba ya tan enfermo, que sus vecinos tenían que llevarlo entre dos, cogido de los hombros, a la plaza de formaciones. Lo soportaba todo con gran calma, entregado a la voluntad de Dios. El vigilante del grupo decidió darlo por muerto. Mandó tirarlo al retrete para que muriera allí. Pasó allí tres noches. El testigo ocular, P. Dominik Józef, describe de la siguiente manera las últimas horas del P. Kubista:

Cuando por la noche lo estuve envolviendo en una pobre manta, sin cojín ni sábanas, lo agradecía y susurraba además: «Esto ya no durará mucho. Estoy muy debilitado. ¡Dios mío, cómo quisiera regresar a Górna Grupa. Pero Dios por lo visto tiene otros planes. Que se cumpla su voluntad». Lo confesé en secreto. El día 26 de abril de 1940, cuando regresamos de la formación a la barraca, lo recostamos como siempre en el duro suelo de madera. Quedó allí recostado con la espalda, contra la pared, como en un ataúd. De repente vimos entrar al jefe de la barraca, nuestro inmediato superior, y nos formamos en fila. Era un prisionero alemán, delincuente profesional. ¡Cuánta gente inocente mandó éste al “otro mundo”! A las torturas previstas por el reglamento él añadía muchas de su propia iniciativa. Había muchos, sobre todo clérigos, contra quienes expresaba su odio con palabras y hechos. No perdía ninguna oportunidad para amargarles la vida. Nos saludó con su mirada como de un animal y después con satánica perversión posó sus ojos en el Padre Kubista. Se acercó a él y le dijo: «Ya no tienes por qué vivir». Con toda premeditación puso un pié en el pecho y con el otro pisó sobre la garganta. Con un salto aplastó a la vez los huesos del pecho y la garganta. Con un corto gruñido, y una mortal sacudida terminó la vida del mártir.

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